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Emociones, Percepciones y Toma de Decisiones

Para las Neurociencias, hace tiempo que está clara la noción de que la realidad es una construcción cerebral individual, tanto en el plano de las ideas como de las percepciones de los sentidos (olfato, gusto, vista, tacto y oído), lo que origina las fuertes divergencias que vemos entre las personas sobre gustos, preferencias, opiniones, etc. De esta forma, los significados que otorgamos a objetos, hechos y procesos sociales están teñidos no solo por nuestra percepción (los cinco sentidos), sino también por los mapas mentales que construimos y reconstruimos permanentemente en nuestro cerebro, como resultado de nuestro propio aprendizaje y experiencia.

No hay única realidad

"La realidad es algo relativo e ilusorio", nos dicen Capra y Steindl-Rast en su libro "Pertenecer al Universo" (1993, citado al final). Está comprobado, con bases anatómicas, que actuamos de manera ingenua cuando creemos que aquello que vemos, oímos, tocamos, olemos o gustamos es la realidad absoluta. Lo que percibimos como realidad es, simplemente, una interpretación personal de una parte de la realidad, y ésto se debe principalmente a la presencia de filtros cerebrales que actúan a distintos niveles. Tengamos en cuenta que el cerebro solo permite el paso del 1% de los estímulos sensoriales que nos llegan del entorno (o sea, el mismo cerebro actúa como un poderoso filtro -sin contar que buena parte de ese 1% se procesa en forma no consciente-).

Pero, por sobre todas las cosas, percibimos la realidad a partir de nuestros deseos, y fundamentalmente, de nuestras creencias, haciendo que los datos elegidos racionalmente (para justificar nuestras decisiones) terminen encajando con lo que queremos percibir (fenómeno que conocemos muy bien los economistas, quienes siempre tenemos a mano alguna estadística que se adapta justo a lo que "queremos poner" en el informe que estamos elaborando).

Adicionalmente, la Antropología nos enseña, desde siempre, que lo cultural es tremendamente condicionante de lo que percibimos con nuestros sentidos. Por ejemplo, muchos de los aromas y colores que los chinos encuentran como agradables, no lo son para los occidentales. De hecho, para nosotros los occidentales son inconcebibles determinadas comidas asiáticas, cuando genéticamente no somos tan distintos de ellos. Yendo más al extremo, por ejemplo, en determinadas tribus de Nigeria (los hausas), no existen (como concepto) los cinco sentidos, sino tan solo dos (percepción visual y no visual). Sin dudas, la manera en que se percibe el mundo varía según las pautas culturales.

También se sabe con claridad que nuestro cerebro tampoco distingue entre lo que ocurre en la realidad y lo que, por propia voluntad, los seres humanos construimos en la mente. Si por ejemplo, nos proponemos "sentir calor", seguramente lo lograremos si pensamos con constancia en una habitación cerrada con 40 grados. 

El cerebro predice

Los científicos han descubierto también  que el cerebro funciona con predicciones, contrariamente a la teoría previamente aceptada, de que reaccionaba a las sensaciones que recogía desde el mundo exterior. De esta forma, las reacciones humanas serían tan solo la adaptación del cuerpo a las predicciones que el cerebro hace, basándose en el estado de nuestro cuerpo la última vez que estuvo en una situación similar. El cerebro trata de averiguar lo que significa una determinada sensación y lo que la está causando, para luego definir qué hacer con ella, y así armar pensamientos, sentimientos y percepciones para que lleguen justo cuando es necesario, no un segundo después.

Lisa Feldman Barrett, de la Universidad del Noreste (Boston, EE.UU.) ha encontrado el epicentro de esas predicciones. En un artículo reciente (citado al final de este post), publicado en la Revista Nature Reviews Neuroscience, Barrett sostiene que el tejido límbico, que también ayuda a crear emociones, está en la cima de la jerarquía de la predicción del cerebro.  

Y agrega Barret que "el cerebro límbico (la zona más emocional del cerebro) predice, y luego dirige dichas predicciones hacia la corteza (la parte más racional del cerebro)." Por ejemplo, cuando a una persona se le dice que imagine una manzana roja en su mente, según Barrett, partes límbicas del cerebro envían predicciones a las neuronas visuales y hacen que se interconecten y disparen en diferentes patrones para que la persona efectivamente pueda "ver" esa manzana roja. 

De esta forma, cada uno de nosotros somos arquitectos de nuestras propias experiencias, las que partirían del cerebro emocional, ya que también estaría claro, según Barret, que las regiones límbicas del cerebro envían pero no reciben predicciones. O sea, el área límbica dirige el procesamiento en el cerebro, pero no reaccionando a los estímulos del mundo exterior, sino prediciéndolos. 

Y finaliza Barrett reflexionando que "cuando los científicos creían que las regiones límbicas del cerebro eran el hogar de la emoción, las veían principalmente como reactivas al mundo (ver para creer), pero realmente el cerebro estaría construido para que las cosas funcionen a la inversa: vemos (y oímos, olemos, saboreamos, etc.) lo que creemos". Y ésto se aplica no sólo al mundo de los objetos y las relaciones personales, sino también a las opiniones políticas y económicas (por eso existirán siempre derechas, centros e izquierdas, mal que le pese a fundamentalistas, populistas y dictadores). 

Concluyendo

Ya que está demostrado que no hay una única realidad, sino que cada uno de nosotros construye la suya propia (si bien no impide que hayan consensos), y adicionalmente, que el cerebro emocional tiene un rol más predictivo que reactivo en el moldeo de gustos, preferencias, opiniones y demás manifestaciones de nuestra conducta individual y grupal, no será hora que vayamos abandonando los fundamentalismos teóricos, las demagogias políticas (con sus respectivos relatos), y las violentas polémicas -grietas- sobre diversos temas, para pasar a aceptarnos un poco más como lo que realmente somos: extremadamente falibles, con racionalidad limitada y sin verdades ni realidades únicas.

Y finalmente, dada la inevitable heterogeneidad cultural-constructivista recién descripta, cuándo nos convenceremos de que lo único que funciona, en lo político-económico, son los consensos y los debates respetuosos, siendo el resto sólo resabios populistas-fundamentalistas sin valor. Nada, eso.    


Fuentes

Sobre el autor de este artículo

Sebastián Laza es un economista argentino, egresado de la UNCuyo (Arg), con posgrado en Neurociencias Cognitivas Aplicadas a los Negocios en UNLP (Arg). Desde 2007 investiga y escribe artículos sobre Neuroeconomía y Neuromanagement. Adicionalmente, en enero de 2015, ha publicado su primer libro sobre Neuroeconomía:



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